Siempre me he jactado de ser muy sano y no necesitar ir a ningún doctor. Como bien, me cuido como todos. Pero hace más de un año me comenzaron a dar unos mareos muy fuertes, perdía el equilibrio de pronto. Como la mayoría no hice caso.

         Tras un par de pastillas los mareos se me fueron y pasé semanas sin que nada me volviera a perturbar. Unos meses después los mareos aparecieron otra vez pero pronto se fueron.

         Todo cambió a inicios de este año. No sólo los mareos volvieron con fuerza, así como la pérdida de equilibrio, sino que me sentía físicamente mal. Era algo que nunca antes me había pasado. Sentí mucho temor, lo que no ayudaba para nada.

         Yo, que no soy de ir al doctor, pasé por cuatro de ellos. Nadie daba con lo que tenía. Incluso me hicieron una tomografía temiendo lo peor, hasta que finalmente me diagnosticaron. Tenía vértigo posicional paroxístico benigno, que consiste en que los cristalitos del oído interno se salen de su cavidad y provocaban los síntomas que yo tenía.

         Las causas son múltiples, pero en mi caso fue estrés. No me sorprendió. Problemas familiares me tenían muy abrumado en los últimos meses y no había podido desahogarme como hacía antes, yendo a la playa.

         Me mandaron pastillas y unos ejercicios para reacomodar los cristalitos, pero lo que realmente me ayudó fue ir a ver al Sifú.

         Asistí a sesiones con pocas personas, lo cual me gustó mucho porque era muy íntimo. La confianza en mi mismo, que había perdido debido a los vértigos constantes, volvió. Antes andaba con miedo, pero gracias a las sesiones, el miedo y sobre todo el estrés, se fueron para no volver.

         Mi recuperación fue rápida gracias a la combinación de la medicina tradicional, pero sobre todo a mis visitas al Sifú. Desde el primer momento sentí que todo, absolutamente todo, iba a estar bien.

         Si alguien va a leer esto, les digo que este es un testimonio  real , es más, es un consejo para quienes quieran sentir paz, confianza, llenura espiritual. Los médicos, pastillas, sirven, pero lo esencial es esa paz interior que el Sifú te ayuda a alcanzar.